martes, 29 de marzo de 2011

Faraway... so close

Ya hace dos meses que nos fuimos de casa. Ya hace cuatro meses que vivimos en un invierno nivoso y gélido, independientemente de que sea en Bruselas, en Valencia o en Nueva York, y da igual que se cuente en grados Fahrenheit o Celsius. Un trabajo nuevo, una distancia desconocida hasta ahora, da igual en millas que en kilómetros. Seis horas de diferencia horaria. Nuevo idioma, nuevas costumbres, nuevos paisajes, nueva comida. Nuevos amigos, nuevos conocidos, nuevos personajes y nuevas personajas.

Y, pese a que todo es nuevo, todo es conocido. Todo suena. Casi todo lo hemos visto en películas, en anuncios, en expresiones, en relatos de otros que vinieron antes, en letras de canciones, en fotos, en las noticias.

Esa contradicción entre lo conocido y lo desconocido la vivo cada día. Hay cosas que me sorprenden hasta que me doy cuenta de que ya sabía que eran así. Voy paseando por la calle y a veces me da la impresión de estar en Valencia, o en Be-NY-dorm, o en el Nueva York que conozco a fuerza de imaginarlo tantas veces. Hay veces que me emociono al darme cuenta de que soy una de las personajas (gracias por la palabra, Nicolás) que habitan esta ciudad que hasta ahora era una construcción de la imaginación y que ha pasado a tener perfil, altura, olor, temperatura, color, brillo...